La Virgen María nos invita a consumar el divino misterio de Amor para transformar nuestro corazón y conformarlo al de Jesús, dejándonos llevar de la fuerza y la gracia del Espíritu Santo que impulsa nuestro corazón a vivir en el verdadero arraigamiento del amor de Jesús hacia el prójimo. El amor de Jesús nos lleva a contemplarlo en la Cruz, aquí encontramos su presencia misteriosa en la Eucaristía, entregando su amor por medio de nosotros.
El día 15 de agosto, nuestra Iglesia celebra la fiesta solemne de la Asunción de la Virgen María al cielo. En el año 1950, el Papa Pio XII proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María. Esta es una creencia universal de la Iglesia desde los primeros siglos hasta nuestros días. El elemento esencial de este dogma enseña que la Virgen María, al término de su vida en este mundo fué llevada al cielo en cuerpo y alma.
El Papa Pablo VI escribió: “Nuestra aspiración a la vida eterna parece cobrar alas y remontarse a cimas maravillosas, al reflexionar que nuestra Madre Celeste está allá arriba , nos vé y nos contempla con su mirada llena de ternura”. (Discurso 15-VIII 1963)
El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante cuando dice: “La Madre de Jesús, de la misma manera que , glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que había de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor”. (Const. Dogm. Lumen gentium, n.68; cfr. Sacrosanctum Concilium, n.103)
Nosotros todos nos alegramos en las palabras del Salmista: “ Te alegra, en tu palacio el son del arpa. Hijas de reyes son tus muy amadas, una reina se sienta a tu derecha, oro de Ofir en sus vestiduras luce. La hija del rey vestida de brocados, a real aposento es conducida.” (Sal 45:10,15)
Nos regocijamos porque María, la Madre de Nuestro Salvador, es llevada al cielo en cuerpo y alma. Ella, que vivió tan unida a su Hijo aquí en la tierra, es ahora conducida al cielo para estar con su Hijo por toda la eternidad. ¡Qué consuelo el saber que en el cielo hay dos corazones humanos que laten pos nosotros! El corazón de Jesús y el de María.
Esta fiesta nos ofrece además mucha esperanza. Nos revela la bondad y benevolencia de Dios Padre. Las virtudes de María, su bondad y su belleza han sido premiadas de gloria. Ella es señal de esperanza para nosotros. Si ella ha sido premiada por su fidelidad, también nosotros lo seremos por nuestra fidelidad.
Los invitamos a nuestras celebraciones que tendremos este fin de semana largo en torno a nuestra devoción mariana.